Por Sol Sánchez
La semana pasada, con todos mis respetos, envié una carta pública con mis quejas al Alcalde de Hellín.
Lo primero que quiero expresar, es que no tengo ninguna inclinación “ciega” hacia ningún partido político. Por eso puedo alabar y criticar de todos, aquello que considero justo, o injusto.
Estoy convencida, que los Políticos, son el reflejo de los ciudadanos. Y que un Ayuntamiento sin el apoyo de esos vecinos, no puede conseguir mantener una ciudad en condiciones.
Estos últimos días de Diciembre, me paseé por Hellín. Encontré en las puertas de las cocheras privadas, las típicas pintadas con spray.
Me adentré en el parque. Era una mañana en la que las tórtolas parecían cantar de una forma especial y los pinos desprendían un olor que me devolvieron a mi infancia.
No hizo falta recorrer demasiado para toparme con bolsas, paquetes de tabaco y papeles sobre los setos. Restos de aquellos que decidieron pasar un rato en el parque antes que yo.
Es cierto que los servicios de limpieza del Ayuntamiento estaban por todos los rincones activos y que el parque está precioso. Una de las chicas me contó que aquello era el pan de cada día: la falta de respeto por su trabajo y el entorno.
Me acerqué a la jaula en la que habitan los pavos reales, el olor a meados humanos me tiró para atrás. Eso sí, no me perdí observar el palo que le habían dado a una de las bonitas tinajas que adornan el parque, provocándole un gran agujero.
Tampoco me perdí, alguno de los bancos, arrancados cambiados de sitio obstaculizando el paso en el camino y por supuesto, el golpe sobre una de las cerámicas que adornan la entrada.
Me habría encantado encontrarme con la, o las personas que han hecho todo eso y mantener una conversación.
¿Por qué lo haces? ¿Es una forma de apagar tu frustración? ¿Formas parte de las personas que disfrutan maltratando? En este caso el entorno.
¿Te sientes más poderoso delante de tus amigos? ¿Te mearías en el salón de mi casa si te invito? ¿Destrozarías mi jardín? ¿Y si los demás lo hacemos en la tuya?
El parque, los jardines, la ciudad es de todos. Lo disfrutamos todos. ¿Por qué lo destrozas?
Hay un recuerdo y una frase que me ha acompañado siempre.
Tenía quince años, cuando en una feria, unas amigas, me dijeron de pasar por los puestos de bisutería y coger alguna cosa. La verdad es que en ese momento, en el que ahora comprendo que no tenía personalidad, negarme suponía sentirme inferior a las demás y acepté.
Éramos cuatro. Nos acercamos al puesto y justo en el momento en el que en mi puño ya había una baratija, el dueño, posó su mano de color sobre la mía y con mucha tranquilidad, mirándome con unos ojos que transmitían un montón de buenas sensaciones me dijo:
¿Vale la pena por esto que cargues el resto de tu vida con una factura moral?
Me morí de vergüenza. Solté lo que llevaba y me marché.
En ese momento no comprendí el sentido de esas palabras. Con el tiempo, sí.
Si no eres una mala persona y tienes conciencia, los años te recordarán los malos actos que has hecho. Y pesarán sobre ti. Porque tarde o temprano, excepto a los malos bichos, la vida nos pasa factura.
Hellín, es nuestro hogar. El tuyo, el mío, el de las miles de personas que cada día salen a las calles y disfrutan de lo que tienen…
¿Vale la pena con tus actos, que cargues el resto de tu vida con una factura moral?
