Vecinos de Hellín denuncian la matanza de estos simpáticos animales
Ya son varias las quejas que hemos recibido en EL FARO DE HELLÍN de vecinos que, acostumbrados a salir a pasear en las primeras horas de la mañana en el parque municipal, se encuentran con un lamentable espectáculo como es la cacería de ardillas con perros de caza que sus dueños llevan sin correa ni bozal, lo que ha llevado a una notable disminución de la población de estos simpáticos animales que tan apreciados son por los visitantes de esta zona de recreo tan maltratada.
Uno de los vecinos con el que hemos mantenido un intercambio de impresiones, nos indicaba que en uno de estos encuentros quiso detener esta barbarie llamando la atención de los cazadores y solo encontró palabras de menosprecio, por lo que decidió acudir a la policía local y también hablar con algún concejal. Sin embargo, hasta el momento, no ha recibido una respuesta efectiva y la cacería continúa.
Esta situación ha generado indignación y preocupación entre los habitantes de Hellín, especialmente después de otros casos recientes de maltrato animal que han colocado a nuestro municipio en el foco de la noticia a nivel nacional. Nos preguntamos: ¿qué está ocurriendo en Hellín?
Tomar medidas
Es importante que se tomen medidas para demostrar que Hellín no es un lugar insensible hacia los animales. Pedimos a las autoridades locales que intervengan de inmediato y pongan fin a la caza de ardillas en nuestro parque municipal. También solicitamos a nuestros lectores que se unan a esta causa y apoyen la protección de los animales que forman parte de nuestro entorno, así como que respeten esta zona verde que siempre ha sido un orgullo de los hellineros, pero que hay que reconocer que no ha sido cuidada como se merecía.
Hay que reconocer que este parque, que lleva como nombre oficial el de Vicente Garaulet Sequero y fue construido a principios de los años 50 del pasado siglo, no ha tenido buena suerte: primero, siendo alcalde Víctor Serena, a finales de los años 70 y principio de los 80, cuando se cambió la Rosaleda, un hermoso jardín que formaba parte del recinto, para construir el llamado Anfiteatro del parque; años más tarde, se “robó” un trozo del parque para construir las llamadas Pistas Monterrey, algo que se volvió a repetir décadas después con La Sal, hasta que se llegó, ante la situación de deterioro que vivía esta zona verde, a llevar a cabo una remodelación que mantuvo la instalación cerrada durante varios meses y que obligó a talar decenas de pinos.
Así se escribe la historia.
