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Las viejas fotos

Por Sol Sánchez

Desempolvemos las cámaras de fotos de toda la vida, la magia de las fotografías en papel, el espíritu de las viejas tradiciones. Salgamos de la saturación de fotos que nunca vemos.

Aquellos días tan lejanos en los que entrábamos en una tienda a comprar un carrete de doce, veinticuatro o treinta y seis fotos. Por supuesto que variaban de precio. Hacer fotos con aquella técnica suponía controlarlas muy bien. No las tirábamos así como así.

Nos pensábamos más de una vez qué íbamos a fotografiar y además rezábamos para que salieran bien.

Luego estaban esos días de espera, hasta que el fotógrafo te decía que ya podías recogerlas.

Salíamos de la tienda, parándonos en cualquier portal para sacarlas del sobre y analizarlas al detalle. Hasta nos daban los carretes de diapositivas, que guardábamos por si en algún momento deseábamos hacer copias.

¿Y la ilusión de buscar o hacerte un álbum?

Los hacíamos de todo tipo. Con libretas cuya pasta dura decorábamos con hojas y flores secas.

En las páginas íbamos pegando las fotos, escribiendo debajo de cada una de ellas alguna frase sobre el momento. Álbumes que personalizábamos y nos encantaba compartir con nuestros amigos. Que descansaban sobre las estanterías junto a nuestras cosas más queridas. Fotos que introducíamos en un sobre para que llegara por correo hasta las manos de alguien especial y, en las que siempre escribíamos una dedicatoria en la parte de atrás.

Fotos a las que se les doblaba las puntas por el paso del tiempo. Fotos que colocábamos en un marco, porque eran muy particulares, o las clavábamos con chinchetas en la pared de nuestro cuarto.

Fotos entrañables, que pasaban la vida en nuestra cartera, o pegábamos con celo en la parte interior de las carpetas del instituto. Fotos en las que quedaba la huella sellada del carmín de unos labios, o la caricia de nuestros dedos.

Fotos que se desgastaban de tanto mirarlas…

¿En qué hogar no había una caja de cartón, quizá de hojalata, con un montón de fotografías dentro?

Era típico llegar a casa de tus tías, abuelos y que la mesa terminara cubierta de fotos en blanco y negro, en sepia, algunas en color. Casi siempre nos hallábamos en alguna, siendo muy pequeños. Además, se mezclaban las instantáneas de varias generaciones. Aparecían nuestros abuelos, siendo muy jóvenes. Nuestros padres en la mili, en los guateques. Algunas del Día de La Cruz, casi siempre sentados sobre la hierba de los campos… Y qué decir de la Semana Santa.

¡Eran otros tiempos! Después se introdujo, la cámara de video y dejó algo de lado a las tradicionales fotos entre las que nacimos.

Ahora las cámaras digitales se han impuesto. Se ha perdido la esencia de hacer fotografías con el máximo cuidado. ¡Así es la vida! Sus cambios y esa devoción que hoy se tiene por lo apresurado e impalpable.

Esta semana he sido afortunada al encontrarme por casualidad, con el trabajo de un gran profesional hellinero conocido por “Luis el Retratista”. Sus fotografías (cosa rara en mí) me hicieron pararme durante horas en los detalles que Luis captó a través de su objetivo. Son imágenes de la vida cotidiana de la gente a la que queremos. Son fotos con alma que nos hacen adentrarnos en las tradiciones de nuestra Villa. Fotos que emocionan y a la velocidad del rayo nos permiten adentrarnos en el ayer, en los gestos, en los días. Un pasado en blanco y negro al que Luis puso un colorido especial de sentimientos y sensibilidad.

Su nieto Luis Miguel López Navarro, las publica orgulloso en algunos portales de internet.

Luis Miguel comenta: “Creo que estoy en deuda con mi abuelo y con mi pueblo, y creo que la mejor manera de corresponder es difundir estas imágenes que alcanzan un valor mayor si se comparten que si quedaran guardadas para uno mismo”.

Me atrevería a decir que es el pueblo hellinero el que se siente en deuda con tu abuelo y todo este tesoro fotográfico, bien merece una exposición para que no quede ni un solo hellinero sin apreciarlo.

Fotos que nos hacen pensar que al fin de cuentas la vida…, siempre acaba en una fotografía para recordar.

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