lunes, diciembre 22, 2025
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II.-La honestidad

Educar en valores

Desde estas páginas y en mi modesta reivindicación de hacer un alto en el camino y volvernos hacia la necesidad de “desempolvar” valores imprescindibles para el mundo que habitamos, hoy me gustaría resaltar la inmensa importancia que, en este sentido, tiene el valor de LA HONESTIDAD.

Si el respeto, decíamos que es “la esencia de las relaciones humanas y de la vida en común “, la honestidad es el valor que nos compromete con la verdad y la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. El respeto por los demás, nos lleva ineludiblemente a ser honestos, a cimentar nuestras palabras con nuestros actos y así crear relaciones personales justas, limpias y constructivas.

La Real Academia Española dice que,” la honestidad es la cualidad de ser decente, decoroso, razonable, justo, honrado y recto, actuando conforme a principios morales o legales. Implica integridad en el obrar, decencia y dignidad, siendo sinónimo de honradez y rectitud”.

En esta definición que hace la RAE podemos extraer un poderoso campo semántico de la palabra honestidad y solo con ello, vemos todo lo que implica SER HONESTO: “decente, razonable, justo, honrado, recto, íntegro…”

¡Qué grandes palabras, y qué poco de moda están en la sociedad de hoy!…

En los años jóvenes de mi generación (finales de los 70 /80), la palabra dada, la ética, el respeto, la autoridad, la integridad, eran valores muy primordiales. Hoy, si echamos un vistazo a nuestro alrededor, parece que todos estos valores están cada día más olvidados o se han ido sustituyendo por “otros” como el éxito, la competitividad, el estatus, la ambición, el poder, la imagen…y por conseguirlos a toda costa, estamos normalizando el “todo vale”.

Hace escasos días, hemos escuchado de boca de reconocidos líderes políticos una frase que corrobora lo que digo:

“Mentir no es delito” y se quedan tan panchos, sabiendo incluso que esas mentiras pueden llevar, de hecho, han contribuido a llevar a una persona (posiblemente inocente) a ser condenada… ¡Apabullante!

Mentiras políticas, fraudes financieros, plagios, infidelidades, doble moral, bulos, fake news, acoso y un largo etc. forman parte de nuestro día a día, donde tener dinero y poder es más importante que tener dignidad.

Hemos dejado, pues, “que la mentira se convierta en el medio de vida de los mediocres, normalmente con nuestro silencio como respuesta, a veces con nuestra connivencia, y más veces de lo que debería ser admisible, con nuestro beneplácito”.

Realmente, viendo lo que estamos viendo allá por donde miremos, la sociedad ha entrado en una deriva muy difícil de solucionar y reparar, pues, como bien dice el escritor y “coach” Jesús Garzás ,“No hay nada más peligroso que navegar por mares inciertos con capitanes deshonestos al timón”.

Lamentablemente, hoy, las grandes potencias mundiales están dirigidas por “capitanes deshonestos”.

Entones, ¿No hay vuelta de hoja? …Desde luego que sí, aunque no es nada fácil.

A pesar de todo, todavía hay gente honesta e íntegra que brilla con luz propia entre tanta oscuridad, gente con principios sólidos que llama “al pan pan y al vino vino”, que no se doblega, que es honrada y transmite a sus hijos el valor de la honestidad enseñándoles a expresar sin miedo y con respeto lo que piensan y sienten, a no engañar ni manipular, a ser responsables, a reconocer sus errores, a no mentirse a sí mismos y a trabajar limpiamente por lo que desean. Este es el camino, en mi opinión. Este es el gran reto que todos tenemos por delante.

Educar la honestidad y la integridad desde edades tempranas es crucial. Enseñar a los niños y jóvenes con el poder del ejemplo, el compromiso y la verdad ante las situaciones que la vida les vaya planteando, es un inmenso regalo para ellos y para la sociedad y les prepara para ir asumiendo roles con un fuerte sentido de responsabilidad y ética.

Necesitamos urgentemente rodearnos de personas confiables, transparentes, que no nos mientan, que cumplan lo que prometen, personas HONESTAS…

Pero, no podemos cambiar malos hábitos (propios o ajenos) siendo condescendientes y permisivos con la mentira.

Nos quejamos de la falta de honestidad del mundo a la vez que aplaudimos, damos likes de aprobación, elevamos la cuota de audiencia de programas imposibles o votamos a los que con “caras de cemento” nos mienten sin ningún pudor. Estas acciones individuales traen consecuencias colectivas muy desafortunadas, como queda demostrado.

Verdaderamente, es descorazonador el ruido y la imagen que percibimos de una sociedad que, cada día parece más tramposa, donde en lugar de rechazar de manera contundente la mentira, se tapa y a veces hasta se premia.

Ante esta evidente realidad, es imprescindible y vital trabajar por una sociedad honesta e íntegra. Es urgente recuperar la confianza en las personas e instituciones, pues si esa confianza se desmorona, la gente se vuelve apática y desconfiada, peligrando así la democracia y la vida en común.

Hemos de volver la vista hacia la EDUCACIÓN EN VALORES, aferrarnos a toda la gente que lucha y trabaja por la verdad a nuestro alrededor, en las empresas, en la administración, en la iglesia y en cada rincón por donde vamos que, afortunadamente, siempre encontraremos a gente honesta e íntegra. Estos son la esperanza del cambio.

Ser honesto significa ser valiente para decir a la cara la verdad, para extirpar de raíz tanta indecencia y para volver a reencontrar este valor tan imprescindible y vital del que tan necesitada está la sociedad de hoy.

 

Conchi Catalán

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