Cuando se apaga el pequeño comercio se apaga la ciudad
Cada día cierran decenas de tiendas en España ¿qué pasa con Hellín?
Cada día, en España, entre treinta y cuarenta pequeños comercios bajan la persiana para no volver a abrir. Son unos 11.000 cierres al año, según los últimos análisis sobre el sector minorista.
Si ponemos la película un poco más larga, el panorama impresiona todavía más: el comercio minorista español ha perdido cerca de 50.000 locales desde 2019, más de un tercio de todos los cierres acumulados desde el año 2000. En apenas cuatro años, más de 51.000 pequeños comercios no han soportado la subida de costes (alquileres, luz, salarios, burocracia) y la competencia del comercio electrónico.
Detrás de cada persiana que se cierra hay una historia: una familia, un proyecto de vida, un barrio que se apaga un poco. Y la pregunta que nos toca hacernos en Hellín es sencilla y a la vez incómoda: ¿qué pasaría con nuestra ciudad si desaparecieran las tiendas de toda la vida?
Una calle sin comercios: así sería Hellín
Imaginemos por un momento la Gran Vía, la Avenida de la Libertad o las calles del Casco Antiguo sin comercios: escaparates vacíos, carteles de “Se alquila” o “Se vende”, menos gente en la calle, menos luz por las noches.
El pequeño comercio no solo vende productos:
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Da seguridad (las calles con actividad tienen menos sensación de abandono).
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Sostiene empleo local y autónomos.
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Evita desplazamientos a grandes superficies.
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Permite algo que en Internet no existe: mirar a los ojos, preguntar, confiar.
Para mucha gente mayor de Hellín, la tienda del barrio es también un lugar de conversación diaria, casi un pequeño servicio social no reconocido: quien pregunta “¿qué te pongo?” aprovecha para preguntar también “¿cómo estás?”.
Un contexto que aprieta: costes al alza y cambio de hábitos
Los datos nacionales coinciden en el diagnóstico:
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Subida de costes fijos (alquileres, luz, impuestos, salarios mínimos, cotizaciones).
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Cambios de hábitos de consumo: más compras por Internet, más grandes plataformas y grandes cadenas.
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Menos relevo generacional: hay hijos de comerciantes que ya no quieren continuar con el negocio familiar.
Paradójicamente, mientras cierran miles de tiendas, las ventas del comercio minorista han crecido en Castilla-La Mancha en torno a un 4 % en el último año, por encima de la media nacional. Eso significa que se vende más, pero cada vez en menos manos: las grandes superficies y las plataformas online se llevan una parte creciente del pastel.
Hellín: una ciudad que se juega su modelo
Hellín no es ajena a esta tendencia. Basta pasear por algunos barrios para ver locales que antes eran tiendas y ahora son bajos vacíos, trasteros o pisos, mientras la oferta de locales en venta o alquiler no deja de crecer en los portales inmobiliarios.
Aquí el debate no es solo económico, sino de modelo de ciudad:
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¿Queremos un Hellín con calles vivas, con comercio de proximidad, o un Hellín donde todo se compre por Internet o en grandes superficies a 60 kilómetros?
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¿Qué impacto tendría eso en el empleo juvenil, en los autónomos, en las mujeres que han montado sus propios negocios, en la vida de los barrios y en la sensación de seguridad?
El pequeño comercio es también una parte importante de la identidad hellinera: las tiendas de ropa de siempre, las zapaterías, las papelerías, los comercios de alimentación, las mercerías, las ferreterías… Muchos han patrocinado equipos deportivos, fiestas, actividades culturales y acciones solidarias cuando nadie más lo hacía.
Qué podemos hacer: administraciones, asociaciones… y tú
La defensa del pequeño comercio no se puede quedar solo en la nostalgia. Requiere decisiones concretas:
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Administraciones
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Políticas de apoyo real al comercio local (bonos, campañas de consumo, simplificación burocrática, ayudas a la digitalización, reducción de cargas en los primeros años).
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Urbanismo pensado para caminar y comprar en el barrio, no solo para pasar con el coche.
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Asociaciones y comerciantes
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Unirse para hacer campañas conjuntas, horarios coordinados, promociones y eventos que den vida a las calles.
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Apostar por la digitalización inteligente: redes sociales, venta online de proximidad, versiones modernas de “la tienda de la esquina” (WhatsApp, pedidos a domicilio, reservas, etc.).
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Vecinos y vecinas
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Preguntarnos, antes de comprar: “¿puedo encontrar esto en Hellín?”
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Entender que a veces el pequeño comercio no compite solo en precio, sino en calidad, trato, confianza y servicio postventa.
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Cada euro que se queda en una tienda de Hellín se multiplica en la ciudad: paga sueldos, reformas, publicidad, impuestos locales… y vuelve de una u otra manera a nuestros barrios.
Abrir los ojos antes de que sea tarde
Los datos son claros: el pequeño comercio en España está en una situación delicada y los cierres no se detienen.
Hellín todavía conserva una red importante de tiendas y servicios de proximidad, pero nada garantiza que vaya a seguir siendo así dentro de diez años si miramos hacia otro lado.
La pregunta, al final, es muy sencilla:
¿Queremos ver nuestras calles llenas de vida, escaparates y conversaciones… o queremos acostumbrarnos a pasear frente a persianas bajadas y rótulos de “Se alquila”?
La respuesta no depende solo de los números, sino de las decisiones cotidianas de todos: políticos, comerciantes y, sobre todo, consumidores.




