Uno de ellos, Ricardo Fernández, veterano nadador con discapacidad, logra el podio tras 5.900 metros de superación en aguas abiertas
En una mañana marcada por el oleaje y la emoción, Ricardo Fernández Fernández, natural de Hellín, firmó una gesta inolvidable en la XXVII Travesía a Nado Tabarca – Santa Pola, una de las pruebas de aguas abiertas más multitudinarias del país. A sus espaldas, 22 ediciones completadas; a su lado, su hijo, Ricardo Fernández Roldán, compañero de brazadas y emociones. Juntos, cruzaron la línea de meta tras 2 horas, 38 minutos y 40 segundos de nado ininterrumpido en mar abierto.
Con un total de 1.231 participantes (928 hombres y 303 mujeres), la cita del pasado domingo 6 de julio fue todo un despliegue de resistencia y voluntad. Pero entre la marea de nadadores, hubo un momento que rompió la espuma del esfuerzo con una historia de las que dejan huella: la del hellinero que, pese a formar parte de la categoría de discapacidad —con apenas 13 inscritos—, alcanzó el podio y arrancó una de las ovaciones más sentidas de la jornada.
“Llegué tan agotado que no podía ni subir el escalón del podio. ¡Imagínate salir de la orilla y pisar meta después de casi tres horas nadando sin parar!”, relató con emoción.
Su testimonio no solo refleja la dureza física del reto, sino también el hondo compromiso emocional con una travesía que ha hecho suya durante más de dos décadas.
Su hijo, que lo acompañó por cuarta vez en esta aventura, reconocía que las aguas abiertas no son su terreno favorito, pero que había algo más poderoso que lo empujaba a seguir cada brazada junto a su padre.
En esta edición el gesto de este tándem padre-hijo se convirtió en un símbolo de coraje, vínculo y ejemplo, un relato que trasciende lo deportivo y se instala en la memoria como una oda a la perseverancia, el amor y la dignidad.
Porque en el mar, como en la vida, a veces llegar no es lo más importante: es con quién lo haces.