Pilar Barcina
Psicóloga y Coach
Desde pequeños se va desarrollando una idea de nosotros mismos y con ella construimos una vida afectiva, social e intelectual. Durante este periodo es de vital importancia la relación y el apego con nuestros cuidadores para el desarrollo de la autoestima.
Un apego seguro se basa en un contacto físico con el niño, pero no es solo eso, tenemos que ser capaces de entender y atender su angustia, proporcionando una estabilidad y seguridad emocional primordiales para el desarrollo del bebé.
En primer lugar buscamos una valoración positiva de los demás construyéndose así nuestra autoestima interna. Y es en la adolescencia cuando se consolida la imagen que cada uno tenemos de nosotros mismos; Es durante este periodo, dónde adquiere una gran importancia y relevancia el apoyo, el reconocimiento y la consolidación del orgullo para afrontar en un futuro tanto los éxitos como los fracasos.
Pero, ¿ lo estoy haciendo bien con mis hijos?
Tenemos que ser conscientes que todos cometemos errores, por eso somos humanos, pero debemos aprender a valorar a los niños y ayudarles a progresar en su día a día.
* Aquí te dejamos unos fáciles consejos a seguir para tratar con ellos.
-Ofrecer ratos de calidad. No es necesario estar presente físicamente durante grandes cantidades de tiempo, sino proporcionar tiempos de calidad. Es conveniente planificar un horario con cada hijo haciéndole participe de ello.
-Subrayar sus puntos fuertes y valorar sus éxitos presentes y pasados evitando palabras hirientes en sus fracasos. El niño debe ser consciente de sus dificultades pero debemos ayudarle a encontrar formas de cómo superarlas.
-Ser constantes y regulares en los límites, expresando nuestro amor incondicional.
-Emplear un lenguaje positivo animándole a encontrar soluciones a sus problemas con responsabilidades adaptadas a su nivel.
-Recordar sus éxitos conseguidos pasados, respetando sus aspiraciones ayudándoles a superar el estrés que les suponen.
-Estimular su creatividad con acertijos, lluvia de ideas o juegos.
-Dar más importancia al proceso de realización de sus acciones que a los resultados de estas.
“La forma en la que hablamos a nuestros hijos se convierte en su voz interior”.